"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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30-06-2016 |
26J: El bipartidismo se refuerza por la derecha
De izquierda a derecha, Alberto Garzón, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, tras conocerse los primeros resultados electorales la noche del 26J. / Podemos (flickr)
Manolo Montero
A la memoria de Rudi Dutschke
Parecería que el problema central de estas elecciones ha sido el retroceso electoral de Unidos Podemos (UP). Más claramente, que el triunfo de la derecha tiene menos importancia que los resultados de UP. Es un viejo asunto, el enemigo peor es el más próximo; se hace política desde él y contra él sin importar la correlación real de fuerzas, las razones objetivas de los avances y los retrocesos y, en definitiva, en juzgar al mismo nivel a los que tienen el poder y a los que luchan contra él. Los resultados de UP deberían ser analizados con mucha precisión porque no fueron detectados por las encuestas, ni siquiera por las realizadas a pie de urna. Lo que pasó, se decantó en un momento final y no estaba asegurado desde el principio.
No es la primera vez que esto ocurre en España. Ya pasó en el 93 cuando fue elegido Felipe González . La gente se movilizó masivamente a pesar de la corrupción, del GAL y de la “cal viva” y volvió a premiar al PSOE, es decir, se votó “con la nariz tapada” y se ocultó el sentido del voto. Me temo que ahora ha pasado lo mismo: la derecha se ha movilizado plenamente y UP ha sido neutralizada. En el centro, una parte de nuestra cultura política que creíamos desaparecida y que siempre acaba siendo el resorte último del poder. Me refiero al miedo a la inestabilidad, a los cambios, a la ingobernabilidad. En la Transición a esto se le llamó ‘consenso', que no era otra cosa que una alternancia pactada entre partidos dinásticos consentida por el poder.
Esto explica la razón última de la victoria del PP. Muchos no salen de su asombro: ¿cómo es posible que un partido, maquinaria perfecta de corrupción, haya vuelto a ganar las elecciones incrementando además votos y escaños? Porque ha ganado en sitios emblemáticos, en Madrid, en el País Valenciano, en Galicia, en Extremadura, en Andalucía… Lo más grave es que, en los últimos días, surgió el escándalo de un ministro del Interior, de Fernández Díaz , que mostraba en todo su esplendor en funcionamiento de las “cloacas” del Estado contra los enemigos políticos de la derecha. Ni por esas; volvieron a ganar y de qué manera. El otro gran asunto fue la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, presentada como una catástrofe universal y un mal absoluto que amenazaba nuestro futuro. Esto último, a mi juicio, jugó poderosamente para afianzar la cultura de la estabilidad y del consenso en torno a la derecha política, en torno al poder de verdad.
El PSOE ha ido a lo suyo. Se podría decir que hubo una perfecta división del trabajo de los partidos dinásticos turnantes. La derecha se polarizó poderosamente contra Unidos Podemos y el PSOE hizo el trabajo sucio por la izquierda a la hora de demonizar a UP. Susana Díaz , como siempre, lo expresó con mucha claridad: se ha vencido al enemigo populista y ese era el principal objetivo del PSOE. Este sigue bajando en votos y en escaños y renuncia de hecho a ser alternancia real al PP. Tarde o temprano, una vez conseguido su objetivo principal —neutralizar a UP— tendrá que resolver sus problemas internos y no parece demasiado segura la jefatura de Pedro Sánchez .
UP ha perdido, de los votos posibles, algo más de un millón. Supone un retroceso en un camino plagado de éxitos. Es pronto para entender lo que ha pasado. Hay diversos elementos que parecen haber contribuido a este resultado. Una parte de IU y de Podemos parecen no haber estado de acuerdo con la convergencia; la cuestión nacional y el derecho a decidir sigue siendo una cuestión compleja, no siempre bien resuelta en el imaginario social de los hombres y mujeres de UP. No sabemos con certeza qué importancia ha podido tener para los votantes de UP el miedo a la desestabilización o la desmovilización ante unas encuestas siempre vencedoras.
A la campaña de UP le ha faltado, a mi juicio, polarización y un discurso claro y nítido alternativo. Nos hemos polarizado con la derecha sin la fuerza necesaria y dejando sin respuesta, muchas veces, a los ataques permanentes del PSOE. No hemos sido capaces de construir una agenda alternativa a la del poder. Europa, mejor dicho, la UE, apenas si salió en el debate cuando estaba “cantado” que unos días antes de las elecciones se dirimía el Brexit , las grandes cuestiones políticas, las reformas sustanciales de la Constitución aparecieron poco y ahí andaba, nada más y nada menos, que el Estado federal, la independencia de la justicia o la cuestión de la corrupción, por no hablar del cambio de sistema electoral. Faltó discurso en positivo explicando un proyecto de país factible, realizable y, a la vez, radical.
Lo que viene ahora es un gobierno de la derecha con apoyos implícitos o explícitos del PSOE. Tienen que hacerlo bien, vestirlo adecuadamente y no dar sensación de gobierno de coalición, pero habrá acuerdo, al menos durante los dos próximos años. A pesar de lo que el stablishment vendió y ahora defiende con pasión, lo que viene es todo menos estabilidad política y social. Lo que nos espera ahora son los ajustes estructurales pendientes, es decir, los recortes en el gasto público, las enésimas reformas en el mercado laboral y, me temo, una nueva vuelta de tuerca en la delicada cuestión de las pensiones. La troika, no hay que olvidarlo, ha sido la otra gran vencedora estas elecciones y ahora exigirá su parte del botín.
Hay una cuestión que merece la pena subrayar, la relación entre conflicto social y ciclo electoral. La hipótesis de la que partimos muchos de nosotros es que el ciclo electoral ha estado marcado por el conflicto social en un sentido preciso: UP ha sido el instrumento y el modo de intervención de un movimiento social que creyó posible el cambio político. Esto ya no es así. El conflicto social retornará con fuerza y pronto se verá que ha sido el auténtico protagonista en la sombra en este último ciclo electoral.
UP debe de continuar y afianzarse como el verdadero partido de la oposición a las derechas y a las políticas neoliberales. La unidad es un proceso complejo y difícil. Pensar que, sin más, se produciría una suma mecánica de votos de ambas formaciones ha sido un error que nos obliga a entender que los procesos políticos son siempre difíciles y que no hay atajos cuando se es una fuerza alternativa a los que mandan y no se presentan a las elecciones. Hay que situar a UP en el centro de un proyecto histórico de resistencia, acumulación de fuerzas y construcción de un nuevo país. UP es un instrumento para ir más allá de una coalición electoral y devenir en fuerza política unitaria.
El tiempo de las maniobras terminó y ahora llega la dura realidad de la guerra de posiciones. Debemos pensar nuestra acción política —nos lo enseñó un joven rojo alemán que hoy tendría 76 años— como una larga marcha a través de las instituciones, entendiendo por estas las de la sociedad civil, las estatales y las de la vida cotidiana. Cerco mutuo, acumulación de fuerzas y el conflicto social en el centro. Se trata de un nuevo proyecto de país capaz de asegurar la soberanía popular, el desarrollo del Estado social y la defensa de las libertades fundamentales. Todo que ganar, nada que perder.
Sonrisas y lágrimas
Antoni Doménech, G.Buster, Daniel Reventós
Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere . [Spinoza]
En comparación con las elecciones del 20 D, Unidos Podemos ha perdido 1.062.704 votos. Y el PSOE 120.606. El 3,36% de aumento de la abstención casi se corresponde con la suma de estas dos cifras. La abstención ha afectado fundamentalmente a las izquierdas. Sobre todo a UP, el gran perdedor, cuyas sonrisas de campaña se trocaron en lágrimas la noche del 26 J..
Por el contrario, el PP ha aumentado sus resultados en 669.220 votos, 300.000 mil de los cuales los ha perdido Ciudadanos y han vuelto a los populares. La movilización plena de la derecha ante el peligro de una victoria de las izquierdas hegemonizada por UP le ha dado la victoria a Mariano Rajoy.
Aunque UP ha perdido votos en casi todas las circunscripciones, el grueso de la caída se ha concentrado en Asturias (-6%), Zaragoza (-5,5%), Cádiz (-5%), Málaga (-5%), Madrid (-4,9%) y León (-4,85). En Madrid ha perdido 209.844 votos. Y en el conjunto de Andalucía, unos 250.000.
Las causas de esta pérdida de votos son varias, y sólo un análisis objetivo detallado de los datos llegará tal vez a discernirlas. Parece que hay errores evidentes de campaña, acaso sumarizables en la conversión de Pablo Iglesias en una especie de Frégoli de nuestro tiempo, dispuesto a representar frenéticamente en escena casi todos los papeles de la obra, salvo, como observó con aliviada (y demoledora) sorna Rajoy, “el de demócrata cristiano”. Es seguro que el fregolismo de campaña de Iglesias –autonulificatoria finta “zapateril” incluida— no ayudó a movilizar el voto procedente de IU, la parte de la coalición más reticente a integrarse en UP: una vez decidida la coalición con IU, y sabiendo que las principales resistencias a UP provenían principalmente, no de los votantes de Podemos, sino de los de IU, era evidente que la campaña tenía que volcarse por lo pronto a afianzar ese flanco izquierdo, a asegurar la suma. Los numeritos de Frégoli de la campaña hicieron exactamente lo contrario. Ya hay datos suficientes para ver que el mayor desplome de Podemos se produjo allí donde era más fuere electoralmente IU. Véase, por ejemplo, este elocuente cuadro de la votación en los distritos de la ciudad de Madrid:
Y a propósito de la ciudad de Madrid, parece claro también que, salvo en el caso de la Barcelona de Ada Colau (que gana en todos los distritos, menos en Sarriá-San Gervasi –donde ganó CDC— y Les Corts –en donde ganó el PP—), la gestión municipal en las grades ciudades conquistadas por la izquierda no contribuyó al entusiasmo: en Madrid, por ejemplo, se sumó hasta un 36% menos de apoyos que los conseguidos en mayo de 2015.
No hay que descartar tampoco el que segmentos importantes de las clases trabajadoras que se habían movilizado a favor de las distintas alternativas de izquierda y centroizquierda se hayan abstenido ahora ante el espectáculo no demasiado edificante de la pugnaz competencia emocional –que no, ¡ay!, programática — por la “hegemonía”, frente a una derecha reunificada en la emoción del miedo. No pocos analistas y observadores españoles serios (como Juliana en La Vanguardia o el sociólogo Toharía en El País ) y extranjeros (como Leo Wieland en la Frankfurter Allgemeine Zeitung ) han insistido en el papel jugado por el Brexit en la generación in extremis de un clima de miedo al caos favorable a la derecha. Un miedo tanto más eficaz, cuanto que la política europea de UP estuvo seriamente lastrada en campaña por su estupefaciente decisión de esconder torpemente el fracaso capitulatorio de Tsipras bajo la alfombra, en vez de entrar a discutir crítica y autocríticamente el terrible papel desempeñado por las autoridades europeas en el desenlace del drama griego.
Y hay que decir que, una vez más, sólo el equipo de Ada Colau en Barcelona entró por uvas en el asunto, invitando al exministro griego de finanzas, Yanis Varoufakis , a participar activamente en la campaña de En Comú Podem . Dicho sea de paso: la moderación extrema del proyecto social de un Podemos que llegó a defender la Renta Básica incondicional en las elecciones europeas de 2014 –una propuesta, la de la RB, que ha merecido de nuevo todo el apoyo de Yanis Varoufakis — es otro ejemplo de lo que puede haber dejado indiferentes, cuando no decepcionados, a buena parte del potencial electorado de UP. En vez de la RB, se pasó a promover una renta para pobres diferenciable sólo con lentes de mucho aumento de la propuesta del PSOE y de la de… Ciudadanos.
Eso es lo que razonablemente se puede decir por el momento sobre la etiología del fracaso. Pero lo más importante ahora es estimar el alcance de la derrota de las izquierdas y sus consecuencias inmediatas.
Lo más probable es un gobierno minoritario del PP con la abstención del PSOE. No habrá terceras elecciones, y ese punto de partida determinará la posición del comité federal del PSOE el 9 de julio. No hay, por otra parte, alternativa a un gobierno más o menos minoritario de Rajoy, porque la derrota de la izquierda y del centroizquierda –no se olvide que el PSOE ha vuelto a sacar el peor resultado de su historia— imposibilita un gobierno también minoritario PSOE-UP.
La primera reacción del PSOE es buscar reconstruirse en la oposición tanto frente al PP como frente a UP. Y Ciudadanos se convertirá en un partido de la oposición frente a PP y UP. Un espacio de coincidencia, tras su doble derrota del 20 D y el 26 J, en un centro impotente.
El nuevo gobierno minoritario de Rajoy podrá constituirse con la abstención del PSOE. Pero necesitará de más abstenciones del PSOE para aprobar cualquier ley, en especial los presupuestos. Puede extender los presupuestos de 2016 –tras realizar los ajustes de 8.000 millones que le exige la Unión Europea— a 2017. Y tiene asegurado gobernar de esta guisa hasta la primavera de 2018.
Lo que se avecina es una dura ofensiva gubernamental a favor de la austeridad y la consolidación fiscal procíclica y contra la negociación colectiva. Una ofensiva, huelga decirlo, a la que el gobierno minoritario de Rajoy se verá apremiado por las presiones de su único aliado real: la troika.
Entramos en una fase defensiva en la que la izquierda social y política se encontrará con la espalda contra la pared. Si no comprende lo que está en juego y no saca el coraje y la determinación para resistir, en los próximos dos años sufrirá una derrota mucho más importante y profunda que la de estas elecciones.
El gobierno del PP contará con una mayoría en el senado para frenar cualquier reforma electoral, territorial o constitucional. Y con una derecha social y mediática plenamente movilizada. Con esta correlación de fuerzas puede también bloquear los procesos soberanistas en Cataluña y Euskadi, porque podrá utilizar la división de las izquierdas respecto al derecho a la autodeterminación en el contexto reaccionario que se ha ido conformando en Europa. Un contexto en el que la derecha extrema y la extrema derecha están rentabilizando las protestas de sectores obreros contra la austeridad, habida cuenta de la división y la falta de una alternativa creíble por parte de las izquierdas.
Dígase así: las izquierdas han sufrido una derrota electoral y sobre el horizonte se dibuja ya una derrota social que podría ser trágica en los próximos meses. No es hora de reproches. Hay que aprender de los respectivos errores y unir fuerzas. Y prepararse para resistir. El PSOE que ha resistido in angustiis al temido sorpasso no puede esperar enmendar su fatídico curso de decadencia, si no es a través de la participación en un proceso que le permita dejar de ser parte del problema y empezar a ser parte de la solución.
Hay que apelar a la cordura del pueblo trabajador sufriente y doliente y al diálogo de las izquierdas. Los sindicatos, muy especialmente UGT y CCOO –que se juegan la negociación colectiva—, deben salir del marasmo en que se hallan enquistados desde hace demasiado tiempo y convocar mesas de movimientos sociales y de los partidos de la izquierda para preparar la resistencia a los recortes del estado social y democrático de derecho y al ulterior socavamiento de los derechos laborales. Las mareas y los movimientos sociales herederos del 15 M que estallaron contra el giro terrible austeritario de Zapatero en 2010-2011 deben volver a ocupar las calles.
Sólo podrá derrotarse al gobierno más minoritario y corrupto de la derecha reaccionaria, si somos capaces de transformar la división y los reproches en unidad. Si logramos poner por obra, de abajo a arriba, democráticamente, un plan de resistencia. Si, como recomendaba el clásico, dejamos de reír, de llorar y de detestar para poder entender y volver a dar prioridad a la defensa del interés público y a la satisfacción de las necesidades de la inmensa mayoría de la población trabajadora.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/
Una apuesta por el marketing político y la imagen que ha desplazado la discusión política
29 de junio de 2016
Campaña electoral, focos y platós
Ana Encina
Con las elecciones del 26J casi podemos dar por concluido este frenético ciclo electoral. Un 69,84% del electorado acudió a las urnas el domingo, optando un 33% por validar el Gobierno de Rajoy, dirigente del partido que aumentó en 14 su número de escaños y recogió 7,9 millones de votos. Un resultado que hace valer su estrategia de campaña basada en el miedo y a través de la que, a falta de datos para un análisis más exahustivo, han logrado movilizar a su electorado apelando al manido “voto útil” y rozando, en ocasiones menos ridículas que otras, las predicciones más catastrofistas. Pero no. No hemos venido a hablar de la campaña del PP.
Unidos Podemos se configura como tercera fuerza política en el Congreso con el respaldo de 5 millones de votos, más de un millón menos que en las elecciones del 20D. Encuestas y sorpassos aparte, la abstención (que aumenta en casi 3 puntos) se antoja como una clave a estudiar para acercarnos a entender lo que ha pasado. Es cierto que la no participación soporta casi todas las interpretaciones, pero los hechos hablan: la coalición Unidos Podemos ha perdido el apoyo de 1,2 millones de votantes. Votos que sí reflejaban esas encuestas de las que ahora no queremos escuchar.
No son pocas las voces que apuntan hacia una campaña mal planteada que, en última instancia, no habría conseguido moviliz ar a la base social que sí apoyó a las formaciones que forman la confluencia en las citas electorales electorales anteriores.Una estrategia de campaña que no ha integrado ni motivado. No sólo para contribuir de forma activa a la campaña, tampoco para acudir el domingo a votar. Un enfoque el de Unidos Podemos que, a la vista de los resultados, no ha conectado con el deseo de cambio de gran parte de la sociedad y que tampoco ha logrado el deseable desborde que pusiese el broche a la campaña con iniciativas de comunicación autónomas, paralelas y masivas. Algo parecido a lo que se vivió el año pasado en Madrid durante la última semana de campaña para las elecciones locales, cuando una audiencia creativa “iconizó” el personaje de Manuela Carmena. Una sociedad organizada que logró reinventar el mensaje electoral.
La campaña, ya antes del 26J, se decía “moderada” y estaba, mediáticamente, muy concentrada en el espacio televisivo. Situación que contemplamos en diciembre y que implica a los principales partidos: la política como circo mediático, favorecido por el relativo interés que despierta entre la población la época de cambio político y dirigido por los grandes grupos empresariales de comunicación de masas, conscientes del poder perfomativo de este espectáculo.
¿Ha favorecido la exposición televisiva la conexión de Unidos Podemos con su electorado?
Podría ser esta una fórmula que recogiese el apoyo de las personas indecisas, pero que puede no haber sido efectiva para movilizar a mucha gente que sigue deseando el cambio político pero no votó por la formación. Podría ser parte de esa gente que el pasado 15 de mayo decía a El Objetivo (La Sexta) que “la plaza no es un plató”. Las reglas de la política no son las mismas que las de los medios de comunicación de masas y, teniendo en cuenta el ecosistema de medios actual y el auge de la comunicación en red, es fácil que la mayoría de la opinión pública esté lejos de ese discurso mass media que frivoliza e impone su lógica del entretenimiento. Hay gente, en definitiva, que ni se cree ni se entretiene con la telepolítica.
Las reglas de la política no son las mismas que las de los medios de comunicación de masas
Atendiendo al presupuesto de las dos últimas campañas (en la web de Podemos), se aprecia un importante incremento en el gasto destinado a publicidad. Destaca entre las partidas lo presupuestado -si bien aún no se ha publicado la ejecución definitiva de 2016- para el Plan de Medios y Redes Sociales, que pasa de 86.500€ en 2015 a los 342.000€ para la última campaña. Una apuesta por el marketing político y la imagen que ha desplazado la discusión política y que puede haber sobreestimado la influencia de estas herramientas sobre la opinión pública a la vez que propiciaba el hastío entre quienes se identifican con los discursos y marcos de origen.
Se vuelve necesario analizar la influencia que la televisión tiene sobre nuestra realidad política y cuestionar ese espejismo de cercanía que impone sus significados y significantes priorizando el abultamiento de los índices de audiencia. Cabe preguntarse si aceptar las reglas del espectáculo de los mass media favorece la efectiva comunicación del mensaje. Está claro que la notoriedad pública que da la televisión facilita la labor comunicativa, pero ¿hasta qué punto participan los y las votantes o simpatizantes de Unidos Podemos de esta mediatización?
La idea de comunidad y red, uno de los ejes que vertebra el movimiento 15M, no ha estado integrada en el show mediático de las últimas campañas electorales, especialmente en la última. La interacción de los candidatos ha vuelto a estar centrada en el entorno televisivo, que tiene una credibilidad discutible, cuanto menos. Esta estrategia, a la vista del resultado, no ha favorecido una comunicación participativa que moviese y visibilizase a las bases, que se han limitado a asistir -a veces sí y a veces no- al espectáculo de focos.
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/
TRAS EL 26J
Se acabó el juego... electoral
JUANJO ÁLVAREZ
Miércoles 29 de junio de 2016
Tras las elecciones del domingo 26 y en plena conmoción –parece obvio que el término “resaca” se queda corto–, la primera cuestión que todas estamos abordando para entender el resultado de Podemos es la confluencia, que ha ocupado los titulares de prensa durante la campaña ante la expectativa, que se planteaba como indudable, de que se produjera el desplazamiento del PSOE como fuerza mayoritaria de la izquierda. Podemos más IU, según todas las encuestas, eran la clave de una multiplicación que permitía competir de forma más eficiente en el tablero electoral, y eso sería la palanca para agrupar el voto de izquierda y convertirse, si no en ganadores de las elecciones, al menos en fuerza de gobierno y alternativa al proyecto austeritario, corrupto y ultraconservador del Partido Popular.
Sin embargo, las cosas no están funcionando así. El resultado electoral nos ha dejado con una pérdida de más de un millón de votos, el mismo número de escaños y una sensación de frustración absoluta. Como si hubiéramos fallado un penalty que nos llevaba al éxito, en el tiempo de descuento y contra un portero lesionado: lo impensable. Lo hemos perdido cuando ya lo teníamos ¿Cómo ha podido pasarnos? La lectura más inmediata, la que ya se empieza a escuchar en muchos círculos, es que la confluencia no suma, que IU es una rémora y que hay que recuperar la transversalidad y olvidarse de etiquetas antiguas que no arrastran más que un lustre polvoriento: la hipótesis populista vuelve a la carga. Sin embargo, antes de echarle la culpa a la confluencia en abstracto, tal vez valga la pena detenerse a examinar la forma en la que se ha producido esa confluencia. En primer lugar, porque ha sido tardía y miedosa y se ha producido a rebufo de unas elecciones municipales en las que las diversas fórmulas políticas de unidad de la izquierda demostraron una enorme potencialidad. Pero, cuidado: no inmediatamente después, sino mucho después, pasados bastantes meses y con una intención electoralista de mirada muy corta. Se trataba de una cuestión de escaños y ley electoral. Y así se llegó a un pacto de cúpulas, porque evidentemente este tipo de acuerdos no son materia para construir nada más allá de una papeleta. Ni campaña compartida, ni discurso común, ni espacio de trabajo militante; la confluencia ha mostrado unos límites más bien vergonzantes que han dejado el programa convertido en una yuxtaposición de diferentes posiciones y líneas sin articulación. Como ejemplo, valga una vez más el de la abigarrada realidad política de la izquierda madrileña, donde cualquier militante que haya estado mínimamente implicado ha podido darse cuenta de que la campaña no era una campaña: era un mercadillo caótico en el que cada cual regateaba para incluir a sus compañeros de familia, sin que nadie se ocupara de armonizar ni aportar algún elemento común. Ni tan siquiera la cartelería. Primera conclusión: la confluencia no ha sido tal.
En el terreno del discurso, el otro gran eje sobre el que se ha discutido esta campaña, el protagonismo ha recaído en la moderación . Somos socialdemócratas, Pablo Iglesias en el debate estuvo sosegado, no perdemos los nervios, somos una fuerza de gobierno... y un largo y tediosísimo etcétera. Lo cierto es que, en primer lugar, esta estrategia no estaba bien montada porque como acabamos de apuntar, no había discurso político pactado, así que el resultado ha sido que mientras Iglesias alababa a Zapatero, Garzón iba por su cuenta gritando a los cuatro vientos que es comunista. Una incongruencia prolongada durante toda la campaña que ha generado desconfianzas y una imagen de estar jugando a varias barajas sin el menor reparo. Pero, en segundo lugar, y con más importancia, la moderación se ha estrellado contra un fuerte bagaje previo de Podemos, que venía de otra parte: de la impugnación del bipartidismo, de la política no profesional, del carácter contestatario; resumiendo: del espíritu quincemayista.
Posiblemente –siempre hay que hablar en términos hipotéticos cuando se trata de interpretar la voluntad de la gente– esto es una de las cosas que ha dejado a mucha gente en sus casas: la sensación de que Podemos había entrado en una dinámica muy poco creíble, de que la estrategia era meramente electoral y calculadora, lo que nos coloca peligrosamente cerca de los viejos partidos.
En el otro extremo, estas elecciones nos dejan un análisis pendiente, el del éxito de la derecha. No es un análisis largo: lamentablemente, lo que estas elecciones evidencian es, primero, que el electorado de derechas es tan conservador y miedoso como pensábamos, segundo, que su referente electoral es, por el contrario, mucho más hábil de lo que creíamos. El Partido Popular ha obtenido un resultado electoral espectacular, ha reagrupado a su gente y ha recuperado el voto que había perdido con la corrupción. Con la estrategia del miedo, por supuesto; recurriendo a los argumentarios más pobres, de acuerdo. Pero se trata de ganar elecciones, y el PP ha ganado las que probablemente han sido las más disputadas de la democracia parlamentaria española. A partir de ahora, antes de hacer loa y alabanza de la estrategia comunicativa de los nuestros, pensemos en la eficiencia electoral de gente como Pablo Casado y Moragas. Aunque nos duela. Eso, unido al resultado de Ciudadanos, nos deja un país en el que más de once millones de votos han ido a parar a la derecha.
Fin de la primera parte
Con estas elecciones se ha cerrado el ciclo electoral. Quedan pendientes, es cierto, las elecciones gallegas y las vascas, pero lo cierto es que no tendrán una influencia fuerte sobre el panorama a nivel estatal. Así que toca asumir que cerramos ciclo y se abre una legislatura nueva. Y de este proceso se derivan varios aprendizajes. Uno de ellos es que el poder conservador sigue ahí, formando un tapón importante ante las iniciativas de transformación; y otro, también muy importante, es que el miedo, los arrebatos identitarios y el rechazo a lo nuevo están presentes en un electorado al que tenemos que llegar, el del PSOE, pero al que no podemos llegar por simple sustitución de sus referentes mediáticos. La derecha es fuerte y tiene un apoyo mediático, económico y estructural importantísimo que se extiende a esa parte de la sociedad que quiere sentirse de izquierda pero ha asumido los postulados de la institucionalidad política neoliberal. Con ese escenario, hace falta más; el cambio en la hegemonía no puede consistir en una cuestión mediática mediante la cual los elementos de transformación se reducen a un recambio de dirigentes políticos. Tenemos que asumir que hemos errado en la dirección del movimiento: no se trata de que la gente del PSOE nos vote a nosotros como sustitutos de la socialdemocracia neoliberal, sino de hacer que ese votante llegue a la consciencia de que no hay lugar para la socialdemocracia neoliberal, porque es un espacio político imposible dentro del equilibrio de poder. Hay un elefante en la habitación, en la acertada expresión de Jorge Riechmann: ese elefante se llama capitalismo. Si no explicamos que es el orden del poder capitalista lo que tenemos que cuestionar, no llegaremos a ser la fuerza con carácter impugnatorio y constituyente. Esto se puede hacer con paciencia, con tranquilidad, sin ánimo de escandalizar. Lo que no podemos es dejar de hacerlo.
Se trata, entonces, de poner en marcha una transformación social. Casi se nos había olvidado en estos dos años de guerra de posiciones, pero todo aquello a lo que aspiramos pasa por una transformación social: revertir el esquema de la deuda y la austeridad, la explotación laboral y el paro, la exclusión social, la desigualdad, la crisis ecológica, la política profesional y la relación plebiscitaria de las masas con las instituciones. Pero un cambio social no es cosa de dos días, ni de dos años y medio. En realidad, se podría decir que salimos de un previo: una larga guerra de posiciones que ha durado todo el ciclo electoral. Se trata ahora de ver cómo esas posiciones sirven para la transformación, que es otra cuestión.
Game over... Insert coin
Como en los juegos de arcade, hemos estado jugando durante dos años y medio a una partida en la que teníamos pocas opciones pero en la que supimos meter una moneda e ir ganando vidas hasta acercarnos al record de puntos. Podemos ha jugado muy bien esa partida, impecablemente. Irónicamente, ahí ha estado uno de los errores que más débiles nos deja para el nuevo periodo, en aceptar que competir en un videojuego era lo mismo que vivir. Las elecciones son el resorte que permite acceder a parte del poder político, pero cambiar las cosas implica remover el poder político del punto en el que está y situarlo en otra parte. Pasar de una competición con las élites partidarias – que sólo detentan poder en cuanto se posicionan como colaboradores fieles del poder económico – a una visión de esta lucha como el verdadero poder es un error que nos costará superar. Es imprescindible que empecemos a construir una práctica y un discurso político orientados a la vida real de la gente, y esto quiere decir: a modificar la correlación de poder para poder influir en las condiciones materiales de la existencia. Así que tenemos que seguir jugando pero no en la máquina: en la vida real de las clases populares.
La primera buena noticia es que tenemos algunas monedas acumuladas para seguir jugando la partida, la segunda buena noticia sería – pero esto aún está en cuestión – que logremos hacer un bien diagnóstico de dónde está el poder y qué es necesario para cambiarlo, y empecemos a construir el auténtico movimiento social que acumule fuerzas para la transformación social. Y ahí entran, al menos, tres cosas: primero, coherencia discursiva, sin miedo a las idas y venidas de la política cortoplacista; segundo, voluntad de explicar y convencer para generar una hegemonía nueva – y no adaptarse a la vieja ideología de la socialdemocracia europea, máxime cuando está en caída libre – y tercero, una estrategia unitaria que pasa por la calle, y no por una, sino por muchas confluencias. Pero confluencias bien hechas, que se lancen como procesos unitarios desde abajo para abarcar a los demás agentes de la izquierda política y social. Un partido enraizado en los movimientos, sin las veleidades electoralistas, con auténtico ánimo de transformación social y democrática.
Tenemos nuevo ciclo: tenemos una legislatura para construir.
28/06/2016
Juanjo Álvarez es militante de Anticapitalistas
ELECCIONES 26 J, PESE AL TRIUNFO DE LA DERECHA Y SIN SORPASSO EN LA IZQUIERDA
Una mirada desde la diferencia en Euskadi
RAMON ZALLO
Jueves 30 de junio de 2016
Nunca sabremos si el Brexit torció definitivamente la tendencia en estas elecciones, pero, dada la unanimidad al respecto de todas las encuestas previas al Brexit(en el sentido de la polarización PP- U/P en perjuicio de PSOE y C´s con el consiguiente sorpasso por la izquierda), hay indicios para pensar que el referéndum británico ha tenido un doble efecto, más influyente de lo que se reconoce.
Por un lado, la gran incertidumbre -más económica que política- que introdujo el Brexit invitaba en las almas más timoratas a los valores refugio conocidos,propios del bipartidismo y dentro de un“ más vale lo malo conocido… ” aunque huela: PP (sube 14 escaños respecto al 20D) y PSOE (baja 5 pero se aleja de la debacle anunciada).
Por otro lado la alta abstención esperada -por el cabreo general por la incapacidad para formar gobierno- al final solo ha sido de tres puntos más que en el 20D. Ha entrado el pánico y no ha habido una abstención anormal y el sentido del voto de un sector significativo ha decidido a última hora no
experimentar. Por eso C's no ha subido sino que ha bajado ligeramente (1%) mientras D'Hondt hacía el resto para que descendiera 8 escaños. Pero lo más llamativo es que aun manteniendo escaños, Podemos+IU ha perdido un millón de votos respecto al 20 D, una parte del cual ha ido a darle otra oportunidad al PSOE quien retiene el porcentaje del 22D aunque hayan perdido 127 000 votos y 5 escaños. Algo parecido pero mejor le ha ocurrido al PSE en Euskadi.Ambos, la izquierda y centro-izquierda, pagan la factura de no haberse entendido, cuestión en la que tiene más responsabilidad Sánchez que Iglesias.
Sumando todo el voto de izquierda y centro izquierda a escala española prácticamente es igual al de la derecha y centro derecha pero la aritmética no convierte en familia a quienes estando en el mismo campo se construyen frente a frente.Digan lo que digan, lo que ya no será igual es el bipartidismo: 323 escaños de 350 (92%) en 2008 y tan solo 8 años después suman 222 (63%). Ni tampoco hemos recalado en el monopartidismo. Rajoy no tiene mayoría absoluta para gestionar un Estado a su antojo.
Aritméticamente podría darse una gran coalición PSOE, U/P, PNV, ERC, CDC y CC (179 escaños) pero parece difícil imaginarse una gestión de ese conglomerado que, por fuerza, debería abordar cuestiones nacionales y no parece que el PSOE actual y sus barones patrióticos estén por la labor. Igualmente es sumamente improbable un GobiernoPSOE+ U/P +C's. Por otra parte tampoco le conviene a U/P quemarse en gestionar lo imposible que le pasaría factura prematura en lugar de construirse por abajo y programáticamente. Para asaltar los cielos habrá que construir la torre de Babel en la tierra.
Las excepciones han sido Euskadi y Catalunya, países que transitan con más asiduidad por apuestas de riesgo en sus historiasy con un nivel de cultura política más alto que la media española. No es casualidad que el éxito de U/P y En Comú Podem se dé en ambas comunidades y combine no solo una mirada a la
izquierda sino un imprescindible, para homologarse, reconocimiento de las naciones vasca y catalana. Ambos son elementos sustanciales de su éxito.
Recordemos que también son las comunidades más inmunes a los discursos mayoritarios de los media.Al mismo tiempo el PNV ha demostrado tener un sólido suelo incluso en unas elecciones generales, mientras que EH Bildu, aunque va adaptándose discursivamente al nuevo contexto, no termina de encontrar su propuesta y un nuevo electorado que renueve su espacio tradicional.
Hay mucha decepción entre seguidores de Bildu: 32.000 votos menos en Hegoalde (Euskal Herria bajo administración del Estado español, es decir, Comunidad
Autónoma Vasca –CAV- más Nafarroa) y solo un 53,5% de lo que consiguió en la CAV en las EE GG de 2011. Pero el discurso de que no hay nada que hacer en y con España –también lo dice ERC- para refugiarse en lo propio y basándose en las propias fuerzas, tampoco funciona bien ahora mismo, habida cuenta que la
primera fuerza en estas elecciones pasadas U/P no propugna un Euskalexit . Es un hecho que se ha abierto un proceso de decisión en Catalunya y, a medio plazo, podrá abrirse también en Euskadi, pero es inconcebible que esos procesos culminen sin aquilatar propuestas capaces de seducir a mayorías aquí
y alianzas allí, a escala estatal que puedan neutralizar las concepciones más centralistas.Bildu que durante años recogió voto solidario ajeno a sus filas más militantes ante las embestidas de un Estado torcido, deberá entender que mucho de ese tipo de voto -incluso de franjas de la sociedad civil- ha tenido ese gesto de solidaridad puntual ahora con U/P en unas EE GG en Euskadi que han estado
planteadas contra el bipartidismo, de cara a frenar a Rajoy e intentar superar al PSOE. Sin embargo, y aunque haya inercias entre elecciones próximas, estas dos ideas no estarán presentes en las Elecciones Autonómicas Vascas de finales de este año que valorarán, sobre todo, ideas, proyectos, propuestas y
gestiones sobre el país que queremos.En suma ni estas elecciones han sido la segunda vuelta de las de diciembre pasado ni, probablemente, seanla primeravuelta de las próximas autonómicas. Hay partido.
30/06/2016
Ramón Zallo
es catedrático de Comunicación en la UPV/EHU
TRAS EL 26J
El primer contratiempo de Podemos
MANUEL GARI
Martes 28 de junio de 2016
El ciclo electoral español posterior a la irrupción del 15M que permitió el nacimiento de una nueva fuerza política anti neoliberal de masas, está a punto de cerrarse. Solamente quedan pendientes las elecciones en los parlamentos gallego y vasco tras haberse celebrado ya los comicios europeos, los correspondientes a la mayoría las Comunidades Autónomas, los municipales y dos elecciones para el parlamento y el senado español el pasado 20 de diciembre que mostró un equilibrio de fuerzas que impedía la formación de un gobierno y las de ayer día 26 de junio cuyos resultados comentamos. La participación electoral ha bajado del 73,20 % en diciembre pasado al 69,84 % en junio.
Lo primero a destacar es que el Partido Popular (PP) ha sido el más votado obteniendo 7 906 185 votos (el 33,28 % de los emitidos) y 137 escaños, y que ha aumentado respecto sus resultados del pasado diciembre (7 215 752 votos, y 123 escaños) gracias a un importante trasvase de votos de Ciudadanos
(C's) que le cede casi 377 000 votos y el PSOE que le traspasa más de 100 000. Aunque cabe señalar que el PP no consigue la mayoría absoluta que logró en 2011 con 10 866 566 votos, el 44,63 % y un número de escaños de 186. Una primera reflexión: pese a los casos de corrupción y las políticas de austeridad la sociedad española mantiene un fuerte sector de derechas fiel al PP. ¿Giro social a la derecha? Creo que no, simplemente reafirmación de una parte de la sociedad que interpreta la incertidumbre y sus miedos en clave conservadora a la par que mantiene una escasa conciencia democrática, fenómeno este que se ve favorecido porque no hemos logrado iniciar el proceso de ruptura con el régimen del 78 ni ha existido una movilización social sostenida contra las políticas de recortes en sanidad, educación, etc. El movimiento social ha sido el gran ausente. Sus sectores más conscientes han puesto toda su ilusión en el campo electoral, que con ser fundamental, no es capaz por sí solo de desbloquear la situación. Desgraciadamente es muy posible un nuevo gobierno del PP en forma más o menos encubierta de gran coalición “a la española”.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha obtenido 85 diputados -5 menos que en diciembre- ha perdido más de 100 000 votos y representa el 22,83 % de los emitidos. Por el momento ha logrado su máximo objetivo en esta contienda electoral: no verse superado por Unidos Podemos ni en votos ni en escaños. Pero la crisis interna del partido que fue el eje de la política desde mediados de los setenta, es profunda: no tiene ni proyecto ni ha logrado renovar su base electoral con los sectores urbanos jóvenes, pero ha logrado poner a trabajar al conjunto de su militancia en la campaña para activar los viejos lazos sociales que tiene con amplias capas de las clases asalariadas. El PSOE va a conocer un desgarro interno si su dirección permite gobernar al PP. Todos los poderes financieros e incluso la vieja guardia del partido apoyan la opción de asegurar la gobernabilidad en estos tiempos de Brexit, peticiones de derecho a decidir en Cataluña, necesidad de nuevos recortes presupuestarios, devolución de la cuantiosa deuda y ajuste fiscal para asegurar las normas UE sobre el déficit. El PSOE no está en proceso de Pasokización pero no tiene asegurada una existencia fácil.
Y Unidos Podemos. Comenzar diciendo que todas las encuestas fracasaron pues todas ellas le situaban en segunda posición tras el PP y por delante del PSOE. Solamente se han cumplido en los exitosos casos de Comunidad Autónoma Vasca y Cataluña. El efecto de la coalición entre Izquierda Unida y Podemos no ha sido el esperado. La coalición era y es una necesidad estratégica en el campo de la construcción de la unidad popular, pero en su primera aparición electoral ha sacado los mismos 71 diputados que tenían por separado, pero ha pasado del 24,3 % de los votos en diciembre al 21,6 % en junio y de 6 100 000 votos a 5 049 734. Es posible que sea una de las fuerzas a las que la abstención más les perjudicó. Un resultado excelente si tenemos en cuenta que es la primera vez en la historia del país desde 1977 que una fuerza antineoliberal obtiene más de 1 de cada 5 votos y es mayoritaria en el voto de los menores de 30 años; un resultado decepcionante porque se había creado la falsa expectativa del “sorpasso” respecto al PSOE y la posible disputa del gobierno al PP. En la cabeza de mucha gente se convirtió una consigna correcta: queremos desalojar al PP del gobierno, aspiramos a gobernar, en un pronóstico casi seguro.
Es tiempo de reflexión en Podemos, en IU y por supuesto en Anticapitalistas. Solo quiero dejar unas indicaciones de la hoja de ruta de ese debate. 1) Sin mayor presencia movilizada popular, los avances electorales son efímeros; 2) no hay avances lineales, las correlaciones de fuerzas entre las clases nos obligan a operar en zigzag; 3) el discurso de Podemos por recuperar en clave de cambio político (y social) términos como patria o reclamarse de la socialdemocracia no ha funcionado para llevar la conciencia popular de su actual estado de malestar –cada vez más resignado por cierto- a una predisposición al cambio; 4) apelar en abstracto a la izquierda frente a la derecha, y hacer emplazamientos al PSOE como si de una fuerza de cambio se tratara, tampoco tienen un efecto positivo en la construcción de un nuevo poder popular a partir del estado de conciencia y organización real de las masas tras años en los que la izquierda o era testimonial o aún se asociaba con el PSOE; 5) se necesita ahondar en el proceso de confluencia Unidos Podemos, es imprescindible realizar en IU y en Podemos un debate sobre el programa para el cambio y sobre las nuevas formas de organización política de masas capaces de recoger el entusiasmo y la ilusión de las y los activistas que tras conocer los resultados siguieron en las plaza reunidos y gritando “Sí se puede”. Ese y no otro es el capital político de Unidos Podemos, capital muy superior a los juegos de palabras y discursos que las élites universitarias que se han autoerigido en supuestos constructores de un pueblo utilizan para hablar sin decir nada. Los proyectos de un nuevo país o se concretan o desvanecen ante las dificultades; 6) toda la dirección de Unidos Podemos, pero particularmente sus dos principales exponentes –que anoche sí que dieron la talla en sus discursos- Alberto Garzón y Pablo Iglesias tienen ante sí una responsabilidad enorme: lograr hacer un nuevo “Vista Alegre” (Congreso fundacional de Podemos), pero esta vez de una nueva formación unitaria que mire al futuro.
27/06/2016
Manuel Gari , de la redacción de VIENTO SUR